El aloe vera, valorado desde la medicina ancestral hasta los laboratorios modernos, mantiene un lugar privilegiado en el cuidado facial. Su reputación no solo se sostiene en la tradición, sino también en investigaciones científicas que avalan sus efectos en la hidratación, protección y reparación de la piel.

La especie clave: Aloe barbadensis Miller
Entre las diferentes variedades, Aloe barbadensis Miller es la más estudiada y recomendada. Su gel, compuesto en más de un 99% por agua y enriquecido con polisacáridos, vitaminas, enzimas y minerales, ha demostrado capacidad para favorecer la cicatrización, reforzar la barrera cutánea y proteger frente al envejecimiento celular y la radiación UV.
¿Por qué no usar la planta directamente en la piel?
Aunque sea común cortar una hoja y aplicar el gel fresco, los expertos advierten que este uso casero no es seguro. La savia amarilla que rodea el gel contiene compuestos irritantes y existe riesgo de contaminación microbiana. Por ello, organismos como la National Library of Medicine recomiendan utilizar productos clínicamente testeados, donde el extracto ha sido purificado y dosificado para garantizar eficacia y seguridad.
Aloe vera en tu rutina facial
Las formulaciones certificadas de aloe vera han mostrado beneficios concretos: mantener la hidratación, calmar irritaciones, reducir la inflamación tras la exposición solar y favorecer la reparación de la epidermis. Su aplicación más extendida es en mascarillas de uso breve: una fina capa sobre la piel limpia durante 15 a 20 minutos, seguida de un enjuague con agua fresca.
¿Y las manchas en la piel?
La evidencia actual indica que el aloe vera ayuda a prevenir el daño oxidativo y el fotoenvejecimiento, pero no elimina manchas oscuras ya instaladas. Sus antioxidantes contribuyen a preservar la uniformidad del tejido dérmico y reducir la formación de arrugas, aunque en casos de hiperpigmentación marcada el control dermatológico y la fotoprotección siguen siendo esenciales.
En síntesis, el aloe vera es un aliado natural poderoso para mantener la piel hidratada, protegida y en equilibrio. Sin embargo, su verdadero potencial se alcanza cuando se utiliza en productos dermatológicamente comprobados, capaces de ofrecer a la piel lo mejor de esta planta milenaria con la seguridad que exige la ciencia.
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