Enrique Bunbury volvió a los escenarios con la intensidad que lo caracteriza, pero también con una petición clara: vivir el momento. Sin embargo, en su reciente concierto en Quito, Ecuador, esa solicitud fue ignorada por al menos un asistente que decidió grabar casi todo el show con su celular. La respuesta del artista no tardó en llegar, y fue tan visceral como contundente.

Durante una interpretación particularmente cargada de emoción, Bunbury interrumpió la música y, visiblemente molesto, lanzó una reprimenda directa desde el escenario:
“¡Todo el puto concierto con la puta cámara grabando el puto concierto!”, exclamó, mientras señalaba a la persona en cuestión. “Si estás aquí en primera fila… Seguro que hay mucha gente que quisiera estar ahí, disfrutando, conectando, cantando. Y tú con ese apéndice tecnológico”.
El momento paradójicamente registrado por otro espectador con su teléfono se volvió viral en redes sociales, desatando una oleada de comentarios tanto de apoyo como de crítica. En el video, se ve a Bunbury intentando recomponerse, explicando que la omnipresencia de los móviles no solo rompe la conexión emocional entre el artista y su público, sino que interfiere en su capacidad para entregarse plenamente al espectáculo.
“Ustedes incomodan y hacen que el concierto sea peor”, sentenció. Acto seguido, detuvo el recital y abandonó brevemente el escenario, en una pausa que dejó al público atónito.
La gira Huracán Ambulante marca el esperado regreso del músico zaragozano tras un retiro temporal por problemas de salud vocal. Desde el inicio, Bunbury fue claro:
“Serán solo 15 conciertos. Les pido, si hace falta de rodillas: limiten el uso de los celulares y vivan la experiencia”.
Más allá del exabrupto, lo ocurrido en Quito refleja una tensión cada vez más común en los espectáculos en vivo: la lucha entre el deseo de documentar y la necesidad de estar presentes. Para un artista como Bunbury, cuya entrega sobre el escenario ha sido siempre total, el uso excesivo del teléfono no es solo una distracción: es una barrera que impide que la magia del momento fluya.
A sus 57 años, el exlíder de Héroes del Silencio reafirma su postura: no está dispuesto a tolerar lo que él considera una desconexión emocional con el arte. Fiel a su estilo directo, sin concesiones ni poses, Bunbury no solo ofreció un concierto: ofreció una lección incómoda, pero quizás necesaria, sobre lo que significa realmente asistir a un espectáculo.
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