Consumo de alcohol en jóvenes acelera el deterioro cerebral
Consumo de alcohol en jóvenes acelera el deterioro cerebral
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El consumo de alcohol en la adolescencia no es solo un hábito social: puede dejar huellas profundas en el cerebro y afectar múltiples funciones cognitivas. Una revisión de estudios longitudinales liderada por Briana Lees y un equipo internacional de investigadores de la University of Sydney, la University of California, Los Angeles, la American University y la Medical University of South Carolina, publicada en Pharmacology Biochemistry and Behavior, revela que los patrones de consumo intenso se asocian con déficits en memoria, aprendizaje, velocidad psicomotora, atención, funciones ejecutivas e impulsividad, tanto en humanos como en estudios con animales.

La adolescencia es un periodo de gran vulnerabilidad neurobiológica. Durante esta etapa, el cerebro experimenta una rápida reducción de la materia gris y un aumento gradual de la materia blanca, procesos esenciales para la maduración cognitiva. Sin embargo, los adolescentes que consumen grandes cantidades de alcohol muestran alteraciones estructurales, especialmente en los lóbulos frontal y temporal, regiones clave para la memoria y el control ejecutivo. Estudios de neuroimagen funcional muestran que estos jóvenes deben realizar un esfuerzo cognitivo mayor para mantener el mismo rendimiento que sus pares que no consumen alcohol.

Según los datos globales, el 27% de los adolescentes de 15 a 19 años consumió alcohol en el último mes, con tasas que varían entre el 1% y el 44% según la región. El consumo excesivo afecta al 14% de este grupo, siendo más frecuente en Europa, donde en algunos países supera el 50%. Los varones presentan mayores tasas de consumo y episodios de ingesta intensa, mientras que las mujeres parecen experimentar un mayor deterioro en habilidades visuoespaciales.

Los efectos cognitivos del alcohol en la adolescencia son claros y dependen de la dosis. Estudios longitudinales muestran que un consumo elevado se asocia con descensos en la memoria inmediata y diferida, aprendizaje, memoria de trabajo y funciones visuoespaciales. Por ejemplo, un estudio con 3,141 adolescentes indicó que quienes bebían con frecuencia obtuvieron peores resultados en pruebas de memoria de trabajo, aunque esta relación disminuyó al considerar factores sociodemográficos y el consumo de otras sustancias.

Las diferencias de género también se reflejan en la cognición: en mujeres, un mayor número de días de consumo predice un descenso en el rendimiento visuoespacial, mientras que en varones el consumo intenso se vincula con un deterioro en la atención sostenida y un aumento de síntomas relacionados con la resaca.

Desde un punto de vista estructural, los datos del National Consortium on Alcohol and Neurodevelopment in Adolescence (NCANDA) muestran que el inicio temprano de consumo intenso está ligado a una reducción acelerada de la materia gris frontal y a un desarrollo limitado de la materia blanca, afectando la conectividad cerebral. Estos hallazgos se corroboran en estudios con animales, donde la exposición al alcohol en la adolescencia provoca déficits persistentes en funciones ejecutivas, mayor impulsividad y alteraciones cerebrales que pueden mantenerse en la adultez. La investigación con roedores incluso sugiere que el alcohol aumenta la sensibilidad del sistema dopaminérgico a recompensas y altera la neurogénesis, posiblemente a través de mecanismos de neuroinflamación.

En cuanto a la recuperación, la evidencia es variada: algunos estudios indican mejoras parciales en memoria y función cognitiva tras años de abstinencia, mientras que otros no muestran diferencias significativas con quienes continúan consumiendo alcohol.

Los investigadores destacan la necesidad de estudios longitudinales más amplios y diversos, como el Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD) Study, para comprender con mayor precisión los efectos del alcohol y otras sustancias, así como el papel de factores demográficos, físicos y mentales en el desarrollo neurocognitivo adolescente.

Los efectos del alcohol en el cerebro adolescente son especialmente preocupantes: una etapa de vulnerabilidad crítica donde los cambios cerebrales y cognitivos pueden ser duraderos, y donde el daño depende de la cantidad y frecuencia del consumo. Proteger la salud cerebral en esta etapa es esencial para garantizar un desarrollo pleno y un futuro con mayores oportunidades cognitivas y emocionales.

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