Presente en los desayunos, meriendas y postres de millones de hogares en América Latina y España, el yogur es mucho más que un alimento sabroso y versátil: es una fuente poderosa de nutrientes y beneficios para la salud. Pero para que cumpla ese papel, es necesario consumirlo de forma informada y responsable, evitando errores comunes y mitos que aún circulan.
Según investigaciones publicadas en la revista científica Foods y recomendaciones de entidades como el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el yogur, cuando se conserva adecuadamente y se elige con criterio, puede convertirse en un auténtico escudo contra enfermedades crónicas.

Mucho más que calcio: el poder nutricional del yogur
Una sola porción de 245 gramos de yogur natural puede cubrir hasta el 60% de la necesidad diaria de vitamina B12, el 40% del calcio y fósforo, y aportar vitaminas A, B2, potasio y proteínas de alto valor biológico. Gracias al proceso de fermentación por bacterias beneficiosas como Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus, no solo mejora su textura y sabor, sino que también se potencia su valor nutricional, incluyendo ácidos grasos esenciales como el omega-3 y CLA, que tienen efectos antiinflamatorios y protectores del corazón.
El error más común: desechar lo que más nutre
Una de las equivocaciones más frecuentes es desechar el suero, ese líquido transparente que aparece en la superficie del yogur. El nutricionista español Rubén García advierte que ese líquido no es “agua sobrante”, sino una rica fuente de proteínas. Tirarlo, dice, es literalmente desperdiciar nutrientes esenciales. Mezclarlo de nuevo antes de comer es una forma simple de aprovechar al máximo todo lo que el yogur ofrece.
Probióticos: ¿promesa real o marketing disfrazado?
Otro mito muy extendido es pensar que cualquier yogur es una fuente abundante de probióticos. Robin Berzin, médica funcional, advierte que muchos productos industriales contienen apenas trazas de bacterias vivas y, en cambio, están cargados de azúcares, leche de baja calidad y conservantes. Por eso, la clave está en leer bien las etiquetas y optar por yogures naturales, sin azúcar añadido, con cultivos vivos especificados en el envase.
Conservar bien el yogur también es cuidarse
El yogur es un alimento seguro, pero su inocuidad depende de su correcta conservación. Las autoridades sanitarias aconsejan consumirlo dentro de una o dos semanas desde la compra, mantenerlo siempre refrigerado (preferiblemente en los estantes internos del refrigerador) y evitar dejarlo a temperatura ambiente por más de dos horas. Los microorganismos peligrosos no siempre alteran el olor o sabor, por lo que confiar en el “olfato” no basta. Si no se va a consumir a tiempo, se puede congelar, pero siempre descongelarlo en refrigeración.
Un alimento poderoso… si se elige y consume bien
El yogur puede ser un verdadero aliado de la salud ósea, metabólica e intestinal. Su consumo regular se asocia con la prevención de la osteoporosis, la diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Además, fortalece el sistema inmunológico y contribuye a una microbiota intestinal equilibrada.
Pero como sucede con muchos alimentos valiosos, el verdadero poder del yogur depende de cómo lo elegimos, lo conservamos y lo entendemos. A veces, basta con no tirar ese pequeño líquido, con leer bien una etiqueta, con mantenerlo frío, para transformar un simple bocado en un acto de salud.
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