El impacto oculto del celular en la salud mental y física de los niños
El impacto oculto del celular en la salud mental y física de los niños
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Un nuevo estudio vuelve a encender las alarmas sobre la relación entre el uso temprano de teléfonos inteligentes y la salud infantil. La investigación, publicada en la revista Pediatrics y realizada con más de 10.000 adolescentes de 12 años, concluye que recibir un celular a edades tempranas podría aumentar significativamente el riesgo de depresión, obesidad y trastornos del sueño.

El trabajo fue desarrollado por especialistas del Hospital Infantil de Filadelfia (CHOP), junto a investigadores de la Universidad de California, Berkeley, y la Universidad de Columbia, bajo el liderazgo del psiquiatra infantil Ran Barzilay. Sus resultados son contundentes: la edad en que un niño recibe su primer dispositivo marca un punto de inflexión en su bienestar futuro.

“Antes de darle un celular a un niño, hay que pensar lo que implica para su salud y actuar en consecuencia”, advirtió Barzilay, quien dirige el Centro de Prevención e Investigación del Suicidio Juvenil de CHOP.

Riesgos que aumentan según la edad de acceso

El estudio identificó que:

  • Tener un celular a los 12 años se asocia con mayor riesgo de depresión, obesidad y falta de sueño.
  • Recibirlo incluso antes de esa edad incrementa aún más las probabilidades de problemas físicos y emocionales.
  • Incluso aquellos que obtuvieron su primer teléfono entre los 12 y 13 años mostraron un deterioro en su salud mental y en sus patrones de sueño en solo un año.

No es el primer hallazgo de este tipo: investigaciones previas ya habían advertido que cuanto menor es la edad de acceso, peores pueden ser los indicadores de salud mental en la adultez joven. Pero el fenómeno se agrava porque los niños usan dispositivos cada vez más temprano. Un estudio de Unicef y Unesco realizado en Argentina reveló que muchos obtienen su primer teléfono antes de los 10 años y que el 80% ingresa a redes sociales todos los días.

Sueño alterado, irritabilidad y una infancia hiperestimulada

Los efectos no tardan en aparecer: uno de los impactos más inmediatos es la interrupción del sueño. De acuerdo con los CDC de Estados Unidos, la mayoría de adolescentes no duerme las horas recomendadas. Uno de los motivos es el vamping: quedarse despierto hasta altas horas usando pantallas, un hábito que altera el descanso y deteriora múltiples funciones del organismo.

Según especialistas pediátricos, la falta de sueño derivada del uso de dispositivos provoca:

  • irritabilidad y cambios de humor,
  • problemas de atención y lentitud en el aprendizaje,
  • dolores musculares y de cabeza,
  • debilitamiento del sistema inmune,
  • fatiga crónica y estrés,
  • y, en los casos más severos, nomofobia: el miedo irracional a estar sin el celular.

La psiquiatra Geraldine Peronace alerta que la hiperestimulación constante está afectando el desarrollo emocional de los niños: “La tecnología creció, pero la biología sigue a su ritmo. Nada apura la biología”, explica.

En sintonía, la Sociedad Española de Pediatría recomienda cero pantallas entre 0 y 6 años, y luego limitar su uso a no más de una hora diaria.

La necesidad de equilibrio y supervisión

Barzilay coincide en que el desafío no es demonizar la tecnología, sino aprender a convivir con ella. “No afirmamos que los celulares sean perjudiciales para todos. Pedimos considerar cuidadosamente sus implicaciones”, señaló. Los teléfonos pueden fortalecer vínculos, apoyar el aprendizaje y ser una herramienta para la seguridad familiar, pero requieren acompañamiento adulto.

El equipo investigador continuará analizando qué tipos de uso, aplicaciones o hábitos influyen más en los riesgos detectados, así como qué adolescentes son más vulnerables o, por el contrario, se benefician del acceso a la tecnología.

Cómo reducir los riesgos: recomendaciones clave

Los especialistas coinciden en que los padres y cuidadores juegan un rol decisivo. Entre las sugerencias destacan:

  • Establecer reglas claras antes de entregar un teléfono, mediante acuerdos familiares.
  • Regular el uso en dormitorios, comidas y estudios, evitando que interfiera con el descanso o la convivencia.
  • Configurar la privacidad para impedir el acceso a contenido inapropiado.
  • Hablar abiertamente sobre los efectos del uso excesivo y buscar soluciones en conjunto.
  • Garantizar tiempo libre de pantallas, fundamental para la actividad física, el juego y la salud mental.

Este nuevo estudio revive una conversación urgente: cuándo y cómo introducir a los niños en el mundo digital. En un entorno donde la tecnología es inevitable, el reto es construir hábitos saludables que protejan su desarrollo físico, emocional y social.

Este artículo fue publicado originalmente en Infobae y está protegido por derechos de autor. Todos los derechos reservados a Infobae. Puedes consultar el artículo original en su (https://www.infoabe.com).