El 7 de noviembre de 2025 marcó un acontecimiento cinematográfico largamente esperado: el estreno en Netflix de Frankenstein, la nueva y ambiciosa adaptación de Guillermo del Toro de la novela inmortal de Mary Shelley. Con un elenco encabezado por Oscar Isaac, Jacob Elordi, Mia Goth y Christoph Waltz, el director mexicano ganador del Óscar por La forma del agua reinterpreta uno de los mitos más poderosos de la literatura universal para transformarlo en una reflexión profundamente humana sobre la creación, la soledad y la redención.
Para Del Toro, Frankenstein no es solo una película, sino una obsesión personal. “He vivido con la creación de Mary Shelley toda mi vida. Para mí, es la Biblia”, confesó en una entrevista reciente. Con su habitual sensibilidad, el cineasta convierte la historia del científico que desafía a la muerte en una exploración del alma, donde el verdadero horror no está en el monstruo, sino en el abandono, la arrogancia y la falta de empatía.

Un clásico renacido bajo una nueva mirada
La trama conserva el espíritu original: Víctor Frankenstein, un joven obsesionado con superar los límites de la naturaleza, da vida a una criatura construida a partir de restos humanos. Pero su triunfo se convierte en condena cuando, horrorizado por su creación, decide abandonarla. A partir de ese momento, se desencadena una tragedia que enfrenta al creador con su propia humanidad.
Del Toro respeta la esencia gótica de Shelley, pero la ilumina con una mirada poética. El rodaje, realizado entre Toronto y Escocia, se impregnó de atmósferas melancólicas, castillos en penumbra y paisajes donde la belleza convive con la desolación. Jacob Elordi, quien da vida a la criatura, pasó hasta diez horas diarias en maquillaje. Su transformación física es también emocional: un ser que nace desnudo y expuesto, que aprende el dolor y termina encorvado por el peso del rechazo.
Oscar Isaac interpreta a un Frankenstein torturado por la ambición, y su actuación —según la crítica— oscila entre la genialidad y la locura. A su lado, Mia Goth aporta una intensidad trágica en el papel de Elizabeth, mientras Christoph Waltz encarna al misterioso Heinrich Harlander, un benefactor que simboliza los límites morales de la ciencia.
Ovación en Venecia y elogios de la crítica
El estreno mundial en el Festival Internacional de Cine de Venecia fue apoteósico: trece minutos de ovación consagraron al filme como uno de los hitos del año. Desde entonces, las críticas han sido unánimes en su admiración.
Variety destacó la interpretación “devastadora y conmovedora” de Elordi, mientras alabó el diseño de producción y el maquillaje como “uno de los mayores logros técnicos del cine reciente”. Fotogramas celebró el sello inconfundible del director: “Nadie ama a los monstruos como Guillermo del Toro. En su versión de Frankenstein, el horror se convierte en poesía”.
Deadline subrayó la solidez del reparto: “Elordi está magnífico, Isaac se hunde con elegancia en la locura, Waltz brilla en su ambigüedad moral y Goth deslumbra con una vulnerabilidad feroz”. The Guardian la describió como “un melodrama monstruosamente bello”, mientras The Hollywood Reporter habló de “una narración épica de deslumbrante sensibilidad”.
Incluso medios tradicionalmente exigentes, como The Telegraph, se rindieron ante la humanidad de la criatura: “Jacob Elordi logra algo extraordinario: que sintamos ternura por el diablo”.

El monstruo como espejo del alma
Como en El laberinto del fauno o La forma del agua, Del Toro vuelve a darle voz a los marginados. En su Frankenstein, el monstruo encarna la pureza que el mundo rechaza, el eco de la soledad y la necesidad de amor que todos comparten. No hay aquí un villano puro, sino un reflejo de lo que la humanidad prefiere no mirar: su propio miedo a lo diferente.
Según El País, la película es “una experiencia fílmica enorme, tierna y aterradora a la vez, que nos invita a reconciliarnos con lo que tememos ser”. Esa mezcla de ternura y horror, belleza y desolación, convierte a Frankenstein en una de las obras más personales y conmovedoras del director mexicano.
Un legado renacido
Con imágenes de una potencia visual deslumbrante, actuaciones memorables y una narrativa que une lo gótico con lo profundamente humano, Guillermo del Toro no solo revive el mito de Frankenstein lo reinventa. Más que una historia de terror, su película es un canto al derecho a existir, una súplica por la empatía y una reflexión sobre las consecuencias de jugar a ser dioses.
Más de dos siglos después de que Mary Shelley imaginara su criatura, Del Toro la devuelve a la vida con una pregunta que sigue siendo urgente: ¿quién es, en verdad, el monstruo?
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