Un nuevo estudio científico ha encendido las alarmas sobre uno de los hábitos más comunes en la dieta infantil moderna: el consumo de azúcar y edulcorantes artificiales. Según investigadores que presentaron sus hallazgos en la reunión anual de la Sociedad Endocrina en San Francisco, estos ingredientes podrían estar acelerando el reloj biológico de nuestros niños, disparando el riesgo de pubertad precoz, especialmente en aquellos con predisposición genética.

El azúcar refinada, el aspartamo (presente en productos como Equal), la sucralosa (conocida como Splenda) y la glicirricina (un compuesto de la raíz de regaliz) fueron identificados como factores que aumentan significativamente las probabilidades de que los niños y niñas inicien la pubertad antes de lo esperado. Cuanto mayor era el consumo, mayor el riesgo, detallaron los científicos.
El estudio, liderado por el Dr. Yang-Ching Chen, profesor de medicina familiar en el Hospital Municipal Wan Fang y la Universidad Médica de Taipéi, analizó a más de 1,400 adolescentes en Taiwán. De ellos, 481 presentaron signos de pubertad precoz central, una condición en la que el cerebro activa tempranamente las hormonas sexuales. Las consecuencias no son menores: aunque los niños pueden crecer rápidamente al inicio, corren el riesgo de alcanzar una estatura adulta más baja y enfrentar problemas de salud en el futuro, como enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y diabetes tipo 2.
Pero el impacto no se detiene ahí. El estudio también reveló que los efectos de estos edulcorantes no son iguales entre géneros. Mientras que en los niños fue la sucralosa la más relacionada con el inicio prematuro de la pubertad, en las niñas fueron la glicirricina, la sucralosa y los azúcares añadidos los que mostraron mayor incidencia. Esta diferencia biológica subraya la necesidad de repensar las recomendaciones alimenticias desde una perspectiva más personalizada y sensible al género.
Ya investigaciones previas de Chen habían demostrado que ciertos edulcorantes alteran tanto el equilibrio hormonal como el microbioma intestinal, actuando directamente sobre genes vinculados al desarrollo puberal. Aunque se trata de un estudio observaciona por lo tanto no concluyente en cuanto a causalidad, los datos presentados son un llamado urgente a la reflexión familiar y social.
“Lo que los niños consumen cada día podría estar influyendo silenciosamente en su salud futura y en su desarrollo emocional y físico”, alertó Chen. La recomendación de los investigadores es clara: moderar la ingesta de productos con edulcorantes y considerar la evaluación genética como una herramienta preventiva.
Aunque queda mucho por investigar, el mensaje es contundente: la infancia es un momento sagrado de desarrollo, y lo que ponemos en la mesa importa más de lo que imaginamos. La responsabilidad de proteger ese proceso recae sobre todos: familias, pediatras, educadores y autoridades sanitarias.
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