La canción que nació en una caja de pañuelos y convirtió a Aerosmith en leyenda
La canción que nació en una caja de pañuelos y convirtió a Aerosmith en leyenda
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En 1973, Steven Tyler, con apenas veintidós años, conducía desde New Hampshire rumbo a Boston, sumido en pensamientos y sueños aún sin forma. Aquel trayecto, aparentemente común, se convertiría en el momento fundacional de Aerosmith. Mientras los rascacielos aparecían entre los árboles, Tyler vivió una revelación: imaginó a su futura banda teloneando a los Rolling Stones, frente a una multitud extasiada. No era solo una fantasía: era una afirmación. Visualizó el éxito con tal claridad que necesitó escribirlo de inmediato. Sin papel a la vista, utilizó lo que tenía a mano: una caja de pañuelos.

De esa imagen nacía Make It, la canción que abriría el primer álbum de Aerosmith dos años después. Pero más allá de su valor musical, ese tema fue el primer manifiesto de lo que la banda representaría. Tyler no solo escribía una canción; estaba declarando al universo que Aerosmith ya existía en su plenitud, mucho antes de firmar un contrato o llenar estadios.

“Proyectando nuestro futuro en el parabrisas… 20.000 personas se fundieron en mi fantasía”, recordaría años después en sus memorias. En ese momento no había público, ni escenario, ni fama. Solo convicción.

Make It no fue una casualidad ni un ensayo. Fue una profecía. La frase que se repetía como mantra “Dije que lo consigas, no lo rompas" marcaba el tono de una banda decidida a forjar su camino a través de la voluntad. Tyler convirtió la idea de “fingir hasta lograrlo” en el eje de su liderazgo. No se trataba de arrogancia, sino de una forma de sobrevivir en un mundo que no otorga validaciones fácilmente. En lugar de esperar el reconocimiento, se comportaban como si ya lo tuvieran.

Ese espíritu impregnó el álbum debut de 1973, que no por casualidad comenzaba con Make It. Desde el primer acorde, Aerosmith se presentó al mundo como una banda destinada a la grandeza, aunque la realidad aún no lo confirmara. La seguridad escénica, la teatralidad de Tyler, la actitud sin disculpas: todo surgía de esa primera visión, de ese impulso por existir antes de ser reconocidos.

La filosofía de visualización que guiaba a Steven Tyler también consolidó la cohesión interna del grupo. Era una fe compartida, una forma de convertir el deseo en trabajo y el trabajo en identidad. Aunque las comparaciones con los Rolling Stones eran inevitables, Aerosmith se distinguió no por imitar, sino por encarnar una versión más exagerada y apasionada del estereotipo del “dios del rock”. Si los Stones eran desenfado, Aerosmith era espectáculo. Tyler no intentó reinventar el molde; lo habitó con convicción y lo llevó al extremo.

Con los años, Make It se transformó en más que una simple canción: fue la semilla de todo lo que vendría. El eco de aquella letra escrita en una caja de pañuelos sigue vibrando como símbolo del origen de una banda que se negó a esperar su momento. Aerosmith no pidió permiso. Se comportó como leyenda hasta que, inevitablemente, lo fue.

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