¿Alguna vez te has preguntado cómo sabe tu cerebro que algo es real y no simplemente producto de tu imaginación? A veces, una imagen mental puede sentirse tan vívida, tan auténtica, que parece indistinguible de una experiencia verdadera. Y según un revelador estudio reciente, esa línea entre lo real y lo imaginado es mucho más delgada de lo que pensamos.
Investigadores del University College London (UCL), liderados por la neurocientífica Nadine Dijkstra, han logrado identificar el mecanismo cerebral que nos permite distinguir entre lo que vemos realmente y lo que solo ocurre en nuestra mente. El hallazgo, publicado en la prestigiosa revista Neuron, apunta al giro fusiforme, una región del cerebro clave en el procesamiento visual, como protagonista central de esta capacidad.

El “umbral de realidad”
El estudio propone una idea poderosa: el cerebro evalúa la intensidad de la señal sensorial para decidir si algo es real o imaginado. Esta evaluación funciona como un "umbral de realidad": si la señal percibida ya sea externa o generada internamente supera cierto nivel, el cerebro la interpreta como real.
Para poner esta teoría a prueba, el equipo diseñó un experimento elegante e intrigante. Dentro de un escáner de resonancia magnética funcional, 26 personas observaron figuras visuales extremadamente tenues en una pantalla, mientras en otros momentos se les pidió imaginar esas mismas figuras. Luego, debían indicar si realmente habían visto algo y evaluar qué tan vívida fue su imaginación.
El diseño del experimento fue inspirado por un clásico de la psicología: en 1910, Mary Cheves West Perky mostró cómo los participantes confundían imágenes reales débiles con las que creían estar imaginando. Más de un siglo después, este nuevo estudio confirma que el cerebro puede cometer el mismo error, y ahora sabemos por qué.
Lo que revela el giro fusiforme
Los escaneos cerebrales mostraron que el giro fusiforme se activa con más intensidad cuando la persona realmente ve algo en comparación con cuando lo imagina. Sin embargo, cuando los participantes pensaban haber visto una imagen que no existía una ilusión generada por su propia mente esa región cerebral también se iluminaba con fuerza.
La clave estaba en la coincidencia entre imaginación y estímulo: cuando los participantes imaginaban una figura que coincidía con la forma proyectada (aunque apenas visible), eran más propensos a pensar que realmente la habían visto. Para el cerebro, la superposición de señales reforzaba la ilusión de realidad.
“Lo que descubrimos es que el cerebro monitoriza activamente la actividad visual para tomar decisiones sobre la realidad”, explicaron los autores. “Si la señal alcanza cierta intensidad, se cruza ese umbral, y lo imaginado se convierte en algo que sentimos como real”.
Cuando el cerebro se confunde
Esta confusión no es casual. El estudio también detectó actividad en otras regiones clave del cerebro, como la ínsula anterior y la corteza prefrontal dorsomedial, encargadas de integrar información sensorial y tomar decisiones conscientes. Son estas zonas las que, probablemente, transforman la intensidad de la señal visual en una decisión final: esto ocurrió… o no.
En otras palabras, no solo sentimos; también juzgamos lo que sentimos. Y cuando los niveles de actividad cerebral alcanzan cierto punto, el veredicto es claro: “Esto es real”, aunque no lo sea.
Implicaciones más allá de la percepción
Aunque el estudio se realizó en un entorno controlado y con un grupo reducido de personas, sus implicaciones son enormes. Este modelo del “umbral de realidad” podría ayudar a entender fenómenos como las alucinaciones en condiciones psiquiátricas, especialmente en personas con esquizofrenia. En esos casos, podría estar fallando el sistema que regula el paso entre lo imaginado y lo real.
“Estos hallazgos nos acercan a una comprensión más profunda de cómo el cerebro genera la experiencia consciente”, comentó el neurocientífico Jon Simons, de la Universidad de Cambridge, que no participó en el estudio. “Nos ayudan a entender por qué a veces nuestra mente nos engaña con tanta convicción”.
Realidad e imaginación: dos mundos más cercanos de lo que creemos
El cerebro humano es un tejedor de realidades. Su capacidad para imaginar, visualizar y construir mundos internos ha sido clave para la evolución del pensamiento, el arte y la empatía. Pero ese mismo poder puede confundirnos.
Al final, lo que creemos ver, sentir o recordar depende de cuánta fuerza tenga la señal que llega a nuestro cerebro. Y cuando esa señal cruza el umbral correcto, lo imaginado deja de ser solo una fantasía. Se convierte al menos para nosotros en realidad.
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