Nuevas restricciones en redes sociales cambian la forma en que los menores interactúan en línea
Nuevas restricciones en redes sociales cambian la forma en que los menores interactúan en línea

Una ola global de nuevas normativas busca redefinir la relación entre los menores y las redes sociales. Desde Australia hasta Estados Unidos, pasando por Europa y Asia, los gobiernos promueven leyes que limitan la presencia juvenil en plataformas como TikTok, Instagram o Snapchat. Aunque estas medidas se justifican en nombre de la salud mental y la seguridad, también abren un debate más amplio: ¿dónde termina la protección y dónde comienza la restricción de la autonomía digital?

Durante 2023 y 2024, países como Australia, Nueva Zelanda, Dinamarca, Reino Unido, Francia, Noruega, Pakistán y varios estados de EE. UU. iniciaron reformas que imponen edades mínimas, controles parentales y sistemas de verificación digital. En Dinamarca, por ejemplo, la primera ministra advirtió que “las redes sociales roban la infancia de nuestros hijos”, mientras propone prohibirlas a menores de 15 años. Australia, por su parte, avanza con un modelo pionero de restricción total para menores de 16.

Las razones oficiales giran en torno a la prevención del daño psicológico, la adicción a las pantallas y la exposición a contenidos inapropiados. Sin embargo, el trasfondo cultural de estas políticas refleja algo más profundo: un retorno a normas morales rígidas que algunos analistas describen como una “nueva era victoriana digital”. En esta visión, el bienestar se asocia al autocontrol y la moderación, mientras las expresiones juveniles en línea son vistas con sospecha.

El psicólogo Jonathan Haidt, autor de The Anxious Generation, ha sido una de las voces más influyentes en este debate. Sostiene que las redes sociales fomentan la ansiedad, la desregulación emocional y el debilitamiento de los lazos sociales. No obstante, sus conclusiones se basan en estudios correlacionales y generan controversia: otras investigaciones sugieren que los efectos negativos son modestos y dependen de factores como el contexto o el uso que cada joven haga de las plataformas.

La comunidad académica plantea que, más que prohibir, es necesario reconocer la autonomía digital juvenil: la capacidad de los jóvenes para explorar, aprender y crear dentro del entorno digital. En plataformas como TikTok o YouTube, muchos no solo consumen, sino que producen contenido, desarrollan habilidades narrativas, expresan identidades diversas y construyen comunidades de apoyo. Regular el acceso sin valorar estas dimensiones creativas supone ignorar una parte esencial del desarrollo contemporáneo.

El jurista Eric Goldman advierte que las políticas restrictivas son una forma de “segregar y suprimir”, ya que castigan al usuario en lugar de exigir responsabilidades a las empresas tecnológicas. Para él, la regulación debería centrarse en garantizar entornos seguros, no en excluir. “Así como no se prohíbe a los niños ir a los parques, sino que se construyen con reglas y cuidados, las plataformas deben asumir su deber de protección”, argumenta.

El riesgo de estas medidas es que, bajo la bandera de la seguridad, se limite también la libertad, la creatividad y la voz de una generación que ha hecho del entorno digital su principal espacio de expresión y conexión. Las redes, más que una amenaza, son hoy una extensión de la vida social y cultural.

Proteger a los menores no debería significar silenciarlos. En lugar de levantar muros, el desafío consiste en construir puentes hacia un futuro digital donde la seguridad y la autonomía convivan, y donde la juventud pueda participar con guía, conciencia y libertad en la transformación de su propio mundo en línea.

Este artículo fue publicado originalmente en Infobae y está protegido por derechos de autor. Todos los derechos reservados a Infobae. Puedes consultar el artículo original en su (https://www.infoabe.com).