La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que uno de cada ocho habitantes del planeta vive con algún trastorno mental, un problema que va mucho más allá de la tristeza pasajera o la preocupación cotidiana: implica alteraciones profundas en el pensamiento, las emociones, la conducta y las relaciones humanas.

Aunque existen tratamientos eficaces, la realidad es que la mayoría de las personas no recibe la atención necesaria. Informes recientes de la OMS, como Salud Mental Mundial Hoy y el Atlas de Salud Mental 2024, exponen la magnitud del problema y sus diferencias de género. Las mujeres son quienes presentan mayores tasas de depresión, ansiedad y trastornos alimentarios; mientras que en los hombres predominan diagnósticos como el TDAH, el autismo, la discapacidad intelectual idiopática y las conductas de riesgo.
El impacto de la pandemia de COVID-19 acentuó esta brecha: durante 2020, la depresión aumentó casi un 30% y la ansiedad un 28% en mujeres, frente a incrementos del 24% y 21% en hombres. Factores hormonales, sociales y culturales explican parte de estas diferencias. A las mujeres las atraviesa una mayor exposición a violencia de género, discriminación y sobrecarga de responsabilidades, además de los cambios propios de la pubertad, el embarazo, el posparto y la menopausia.
La doctora Elsa Costanzo, jefa del Servicio de Psiquiatría de Fleni, remarcó que estos trastornos afectan la vida cotidiana, laboral y social, diferenciándose de los altibajos normales: “El malestar es más intenso y duradero, impacta en distintos aspectos de la persona y en quienes la rodean”. Por su parte, la psiquiatra María Gabriela Nielsen subrayó que no se trata de “estar triste” o “preocupado”, sino de cuadros que pueden ir desde los más frecuentes depresión, ansiedad, insomnio hasta los más graves, como esquizofrenia, trastorno bipolar o adicciones.
El informe revela además que la mitad de los trastornos de salud mental se manifiestan antes de los 18 años, que el suicidio sigue siendo una de las principales causas de muerte entre jóvenes y que solo el 9% de quienes sufren depresión recibe tratamiento adecuado. Mientras tanto, los sistemas de salud destinan apenas un 2% de sus presupuestos a esta área, dejando a millones sin atención.
“Transformar los servicios de salud mental es uno de los desafíos más urgentes para la salud pública”, insistió el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Para él, invertir en salud mental no es opcional: “es invertir en las personas, las comunidades y las economías; un derecho fundamental que ningún país puede seguir descuidando”.
Las especialistas coinciden en que la prevención y el autocuidado son esenciales: mantener rutinas de sueño, ejercicio y alimentación saludables; construir redes de apoyo; regular el estrés con técnicas de relajación; reducir consumos nocivos y buscar ayuda profesional cuando los síntomas persisten.
La salud mental ya no puede permanecer relegada. Es un asunto de dignidad, justicia y equidad, que interpela a gobiernos y sociedades a garantizar atención accesible, oportuna y de calidad para todos, sin distinción de género, edad o condición social.
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